lunes, 3 de diciembre de 2018

Relatos y cuentos sobre el origen de la Música


Cuenta la leyenda que desde el principio de la humanidad, la música está en los corazones de las personas. Y he de decir que no hay que tomarse esa expresión a la ligera...
Cuando en la Prehistoria el hombre vivía en cuevas, desarrollaba armas de piedra y viajaba en busca de recursos. No existía la música, sólo un conjunto de sonidos que, sin querer, formaron una pequeña melodía. Por ejemplo, cuando al hacer las armas tenían que chocar una piedra con otra hasta que se rompiese y formara una lanza, al caer el trozo sonaba mucho más con la resonancia de la cueva. Había quince hombres repitiendo la misma actividad, formando un conjunto de sonidos desordenados que creaban un intento de melodía. Pasó un larguísimo tiempo y ese intento de melodía sonaba cada vez mejor, hasta que formó un ritmo que aprovecharon para cantar y bailar. 
Ahí empezó la música. Muchas personas que quieran ver el lado técnico del asunto pensarán que la música es un conjunto de sonidos artísticamente, pero... ¿y si vemos la parte que quizás no sea tan realista y sin embargo también lleva la razón?...
La música una mujer. Como lo oís... Es un espíritu en forma de humano que se ha ido formando a la par que las melodías fueron avanzando. Se fue formando en la estrella más brillante del cielo llamada Sirio, situada a unos ocho años-luz. El espíritu manda destellos mágicos que forman parte de ella y da igual donde estés, que te llegará y hará surgir tu inspiración. A veces esos destellos llegan no muy temprano, con lo cual tardas mucho más en crear la melodía perfecta que tanto ansías. Para los músicos como Beethoven, Vivaldi, etc, era terrible que aquella inspiración no llegase en su debido momento, aunque eso no solía pasar mucho ya que la Música se ocupaba de que no fuera así. A ella lo que más le gustaba eran las cajas de música; esas cajas que tienen una rueda que va girando con pestañitas que sobresalen y van dándole a un aparato con tiras del mismo material, que vibran y crean una minicanción. Eso a ella le encanta: sólo pensar que una cosa tan pequeña pueda generar una melodía tan bonita le alucina.

Y bueno, a partir de aquí sabeís cómo es ella y los gustos que tiene. Recordad que debéis cuidarla y no olvidarla, ya que ella nos da alegría a rebosar...
Amanda Yenaï Durand (2ºE)


Aún recuerdo la primera vez que escuché una melodía. La creé yo.
Recuerdo que el aburrimiento se apoderó de mí y no me quedó otra que explotar. Escuché las piedras romperse y el oxígeno transmitía un sonido. No existía nada pero se escuchaba todo. Empezaron a aparecer luces en un fondo negro; cada luz, un sonido distinto.
Había grandes, que desprendían mucha luz y un sonido grave, medianas y pequeñas que alumbraban menos pero eran más agudas. Decidí llamarlas estrellas.
Por un momento el oxígeno dejó de sonar y las estrellas empezaron a crecer. Una de ellas en particular, el Sol. Era la masa de fuego más grande y ruidosa de mi existencia. Cada llamarada era una consistente armonía de sonidos y silencios.
¿Alguna vez la has escuchado?. Es como si un cúmulo de sentimientos se mezclaran y sobresalieran unos por encima de otros. Era hermoso...
Cada existencia con su propio ser, con su propia vida. Había estrellas apagadas, planetas creados y meteoros perdidos. Personalmente era estimulante. Sin saber de supervivencia ni de muerte, formaban un sentimiento inexplicable.
Decidí llamarlo música....
Decicí llamarlo arte...
                                                                               Mª Carmen Miranda Gutiérrez (2ºD)


Hace mucho tiempo, bastante porque hablamos del Neolítico, habitó por estas tierras una tribu, los Chinrekurkas. Sirux estaba establecido como un miembro más de ella. Sirux estaba un día pelando una nueva hortaliza: era alargada y naranja con un manojo de hojas encima (una zanahoria) y no se le había puesto nombre. A Sirux solamente le gustaba el interior de esta hortaliza y cuando le hizo un agujero, por el sílex afilado, se coló aire en su interior y sonó una nota. En la tribu de los Chinrekurkas todo lo nuevo era sospechoso e incluso, a veces, peligroso. Sirux nunca había escuchado nada igual y al principio se asustó, enterrando el misterioso instrumento.

Cuando esa misma noche, como todas las noches, los habitantes de la tribu contaban sus aventuras y miedos de ese día, Sirux decidió contar lo de la verdura. Al principio no la creyeron, pero Sirux desenterró el instrumento y sopló dentro de él. Todos los habitantes se asustaron. El jefe de la tribu, Croxton, decidió que lo mejor sería quemar ese instrumento y prohibir su uso o su consumo. Pero a Sirux no la apodaban "la Curiosa" por nada; ella se quedó con esa idea y le estuvo dando vueltas...

Llegó la época de caza y, cuando se repartieron las piezas, Sirux pidió más tendones y pieles con la excusa de que hacía frío. Cuando la observaban, ella estaba tejiendo; pero cuando nadie la miraba, Sirux estaba tramando un plan. Decidió llevarlo a cabo esa misma noche.
Le tocaba a ella cocinar y metió plantas somníferas en la comida. Cuando comprobó que toda la tribu dormía, sacó un trozo de piel duro pero flexible y tendones de caballo, los de mejor calidad. Sirux creó una bolsa a la que añadió cuatro cuernos de reno con agujeros y una forma para soplar. Al amanecer empezó a tocar ese instrumento: lo llamó gaita porque gañitaba.

El jefe Croxton se despertó sobresaltado pensando que le atacaban. La tribu celebró una asamblea en la que decidieron quemar el instrumento. Aún así Sirux no se rindió y al atardecer empezó a tocar otro instrumento llamado tambor. Croxton y la tribu estaban tan furiosos que decidieron quemar el instrumento y la casa de Sirux: además, nadie podía acoger en su casa a Sirux. 

Ella estaba rabiosa por esta injusticia y siguió creando instrumentos que guardaba y tocaba en una cueva cercana. Un día la siguieron y descubrieron esa cueva. Croxton no aguantó más y decidió quemar a Sirux y a sus instrumentos para que la olvidaran para siempre...
Nuria Martínez (2ºA)

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